Marcus Miller / XXVI Festival de Jazz de Madrid
Marcus Miller "Tutu revisited"
Kike Pedomo & Eric Marienthal "Electrik and Funk"
XXVI Festival de Jazz de Madrid
Teatro Circo Price
12 de noviembre de 2009
Al gran Miles Davis siempre le gustó rodearse de jóvenes leones de garras afiladas y apetito voraz. El talento de músicos con aura felina, léase Herbie Hancock, John Mc Laughlin, o el propio Marcus Miller, le permitió avanzar un paso más adelante en sus constantes cambios de rumbo musicales. En 1986 el bajista neoyorkino colaboraría en la gestación de una obra capital en la etapa eléctrica del trompetista. Aquella en la que se enredaba en las sonoridades funk, los primeros atisbos del acid-jazz y el hip-hop, corrientes más vanguardistas de la época en la que se concibió Tutu. La importancia de este sideman neoyorkino salta a la vista en la autoría de casi todo el disco, incluyendo su faceta como arreglista en el mismo. A la sombra del homenaje que se prodigaba a Miles en este certamen musical, no estaba de mas revisitar esta pieza de orfebrería. Y decimos revisitar porque no se trataba de reproducir fielmente el contenido del álbum sino de dotarlo de una nueva lectura sobre las tablas más acorde con los tiempos actuales.
Con un palco medio lleno pero a la expectativa, Marcus Miller hizo honor al título de una de sus más célebres piezas, Panther. Su explosivo slap – técnica en la que se pellizcan y golpean simultaneamente con los dedos las cuerdas del bajo – discurría acorde con sus felinas garras y músculo en tensión. Le acompañaban en la gesta una banda de órdago a la grande, de las que dispara fuegos artificiales en su ejecución. Allí estaban el batería Ronald Bruner, un auténtico martillo pilón que no dudaba en secarse el sudor de la frente con una toalla mientras ejercía un prodigioso dominio del doble bombo y descargaba un solo de los de ver para creer. El teclista Federico González Pena, capaz de emular la artillería pesada de Hendrix con las blancas y las negras. Un vertiginoso y locuaz Alex Han al saxo. Y el increíble trompetista Christian Scott, que lejos de emular de la economía del homenajeado, se enzarzaba en violentos y complejos fraseos y barrocos solos, tal vez la antítesis cool de Davis.
No faltaron Toomas, con la que arrancaron el concierto, o la pieza que da título al disco, ya interpretada en la recta final. El público no paraba de jalear las acometidas de unos músicos en los que el papel de Miller era el de un director de orquesta que sabe delegar el protagonismo en favor de sus fabulosos acompañantes. Ahí estaban también su clarinete bajo, con el que realizó una breve pero esclarecedora interpretación. O el saxo barítono, en el que el ejecutante de las cuatro cuerdas se muestra aventajado ejecutor.
De telonero abrió un magnífico Kike Perdomo. El saxofonista tinerfeño dio el do de pecho con la lectura en vivo de Acoustic & Funk, el último de sus discos. Entre andanadas de post-bop, torpedazos de funk y barruntos de free-jazz e improvisación – cercanos a la manufactura del World Saxophone Quartet -, la magia se cobró sus mejores momentos en los improvisados diálogos de llamada y respuesta que el canario mantuvo con el saxofonista Eric Marienthal. No habría que desdeñar la habilidad de la base rítmica conformada por el bajista Martín Leiton y el batería Borja Barrueta. Así como el acompañamiento del pianista Mariano Díaz y el trompetista Audum Waage, brillantes cuando la ocasión lo requería. Cerraron con Bugalú, potente diana funk cargada de groove que sirvió de antesala para la fiesta que vino después. www.marcusmiller.com, relacionados // Miguel Angel Sánchez Gárate