Juan Pablo Balcazar (música) Pedro Strukelj (dibujos y texto)

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“Otro” Quatuor de la fin du temps UnderPool, 2024

Partiendo de la premisa (no siempre cierta) de que nadie compra CD’ algunos músicos deciden reinventar formatos. Pero permíteme, antes de nada, presentar a los protagonistas, de este Libro-disco.  
Olivier Messiaen (Avinyó 1908) compositor francés que escribió esta obra, “Quatuor pour la fin du temps” en 1941.
Juan Pablo Balcazar, compositor y contrabajista colombiano, instalado hace muchos años en Barcelona y suficientemente conocido para mis lectores. Este es su último trabajo (unas composiciones inspiradas o sostenidas en la obra anteriormente mencionada) Balcazar ha reunido un cuarteto con el que colabora habitualmente. Marcel·lí Bayer (saxo) Dani Comas (guitarra) y Oriol Roca (batería) Balcazar en la composición y contrabajo.
Pedro Strukelj (dibujante y dinamizador cultural desde hace años en esta ciudad, tanto desde su labor en Casa Amèrica Catalunya, como en los diversos circuitos de esta ciudad)
Strukelj ha comentado alguna vez, que si hay un músico que conoce a fondo es Balcazar. Así que la cosa está perfectamente ligada.
El formato es un libro, en el que Strukelj, mediante una narración muy original va entrando a explicar el proyecto musical de Balcazar. Entre el texto, se van colando sus dibujos, algunas de las partituras del tema en cuestión, con imágenes de los músicos tocando, otros donde las siluetas de instrumentos o partituras se adueñan de la escena y entre las imágenes, dos textos perfectamente diferenciados pero obligados a convivir.
Por una parte, una narración (Bolaño, siempre vuela cerca) en que un grupo de amigos, salen de Robadors 23, es la noche del 3 de septiembre de 2020, y en la sala, acaba de tocar el cuarteto de Balcazar este “Otro” Quatuor de la fin du temps. Los amigos se dirigen a tomar algo por el Raval, mientras, aprovechan para repasar lo ocurrido y ofrecer al lector ciertas informaciones culturales (a veces demasiado “culturales”) que ayuden a situar la obra en cuestión o la labor de estos geniales músicos a los que tanto conoce Strukelj.
El otro texto va directamente relacionado con la música del disco, y me sirve a mí como cronista para explicar tema por tema. Por una vez, voy a dejar que sea el mismo Pedro Strukelj, quién me sustituya a la hora de valorar estos nueve movimientos, creo que lo hará mejor que yo, excepto el Preludio que ante la ausencia de comentario lo asumirá un servidor. En nueve minutos, Balcazar tiene tiempo de sobras para atraparnos sin remedio. Primero lo hará el saxo de Bayer, que tiene la habilidad de tergiversar cualquier música, cuando le apetece, o sonar dulce y contenido (como en este caso) Enseguida le sustituye como protagonista Comas, una guitarra preciosa, que al igual que Bayer tienen la misión de ofrecernos los registros que seguramente en el original de Messiaen sería labor de violines y piano. Detrás la sección rítmica, hace rato que Balcazar nos habla desde atrás, con esa pulsación tan original. Y Roca marca, subiendo o bajando según momentos, el camino rítmico a seguir.   
Empieza Strukelj a comentar sus impresiones con Despertar. Escuchémosle: Una lentitud espesa y táctil se abre desde el silencio más seco. Todo parece un amplio túnel sostenido desde dentro en una respiración desigual. Cruzan el túnel y avanzan los cuatro músicos, muy poco a poco, apoyados en la única música posible.    yH5BAEAAAAALAAAAAABAAEAAAIBRAA7 - Juan Pablo Balcazar (música) Pedro Strukelj (dibujos y texto)
Entra un ritmo rápido, y ese espíritu free del grupo va a tener su espacio. Pero escuchemos a Pedro: Anuncio. De golpe la cosa se pone fuerte y veloz. Suceden unas bajadas de acordes, ásperas y breves; sobre posición de planos que suben en dos partes opuestas, siguiendo muy de cerca el original. Este tema se sostiene casi en el puro canto a dúo de guitarra y contrabajo sobre el que se levantan los escalones de Marcel·lí al saxo alto.
Y seguimos con Abismo. El abismo está dedicado a los pájaros (no olvidemos que Messiaen, era ornitólogo) y aquí la cosa se retuerce un poquitín. Entra el saxo solo y su lamento fraseado es la pausa para los demás. La batería y el contrabajo tratan de seguirlo y, un poco después la guitarra. Todos buscan imitar los pasos de su tristeza. Quizás buscan el clarinete original. Avanzan como los niños ciegos de “Las puertas del paraíso” de Andrzejewski y como tú, deletrean con torpeza. Messiaen está siempre rodeado de pájaros, pero acá nace una descomposición más aguda y contrastada. Con una cadencia pausada, va forzándote a escuchar y a palpar todo con ese vacío intermedio.
Seguimos con Intermedio: Dice que en el original, el intermedio es una parte muy cortita que está hecha de antes. Un copy / paste de otra cosa, dos minutos de publicidad en medio de un video de You Tube sin poción de avanzar. Una broma ligera o un recalentado al mediodía. Aquí es un espacio para escuchar la gama de actitudes del contrabajo mientras los demás lo rodean en tono de servicio.
Y llega, Eterno. El tiempo se estira y se abre una hondura con aire pop, muy pausada y abierta. Es un tiempo de otra plasticidad, al estilo del disco “Largo” de Brad Mehldau. Suena a esas llanuras norteamericanas en las que todos los bisontes tenían su propio espacio vital y, aun así, eran una comunidad. El pulso nítido y a veces retenido lo marca la guitarra, que conforma una planicie con irregularidades sobre las que el saxo invoca una especie de memoria pop compartida.
Danza: Comienza una secuencia lúdica a partir de una célula rítmica. Una marcha insistente como un juego hecho con niveles de sostén que se modulan a la vez y que, al no presentar mayor nitidez armónica y estar todos los instrumentos en simultáneo, hacen que el ritmo sea el único ser visible. La guitarra de Dani muestra sus tripas de hambre y de tristeza en un lento combate del alma y de la espera. Cada vuelta renueva una especie de sufrir en un sitio diferente. Es definitivo, no es alegre este asunto del control del vuelo sin aire.
La llegada; Se viene el clímax de la obra en un tiempo presionado y, si Oriol antes jugaba, ahora se queja. Un largo crescendo en el que llega Terminator con sus amiguitos a tomar la merienda a la salida del cole y se entera de que vinieron papá y mamá con la abuela y los primos. La voz de del saxo alto y la declamación de la guitarra se abren como música de film. Para terminar, La inmortalidad, balada lentísima que viene del estudio armónico del original entre el violín y el piano. Va subiendo al límite agudo y lo sostiene de apoco, muy despacio. Avanza al final completo y cierra su forma sobre la ilusión y la queja de la guitarra. Esta forma no busca entre los sonidillos misteriosos que Marcel·lí saca del saxo. Te juro que no sabía si la música terminaba o seguía. Pedro Strukelj dixit. + info | relacionados.  

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