George Orwell
Pensamientos & Perspectivas | VV.AA
EAS Editorial, 2015
Incluido dentro de la combatiente serie Pensamientos & Perspectivas de la misma editorial, el libro que nos ocupa se suma a la vasta producción ensayística sobre la obra orwelliana que asoma por las librerías de tanto en cuanto. El conjunto es tan ecléctico como disperso –aquí se reúne una veintena procedente de varios países–, aunque la parte más interesante está comprendida en la primera mitad. A partir del ecuador se radicalizan las interpretaciones políticas sobre la literatura de George Orwell en lo que en definitiva tienen más de artículos de opinión que de ensayo teórico. Sin embargo, estos siete capítulos iniciales deben entenderse sobre todo como una especie de cuaderno de apuntes para futuras prospectivas que pongan en relación la obra de Orwell con una especie de psicología humanista al gusto de la mayoría. Su pensamiento, cómo no, fue un acicate significativo para géneros como el punk y el rock gótico de las décadas de 1970-1980, como se verá.
Para empezar, una introducción biográfica nos presenta a un Orwell fascinante y contradictorio. Se nos desvela su verdadero nombre (porque Orwell era, en efecto, un heterónimo), sus orígenes en la India, su actitud rebelde en la escuela y sus díscolos tiempos de bohemia parisina, en los que tomará contacto con los círculos comunistas que tanto le marcarían (para bien y para mal). Entremedias se desliza la hipótesis de que sus primeras crisis éticas contra todo abuso de autoridad se originaron una vez ingresó en la Academia de Policía Birmana cuando el país era todavía una colonia bajo dominación inglesa. Por entonces congeniaría con algunos movimientos de liberación antiimperalista y decidió servirse de la literatura para denunciar la corrupción entre funcionarios y la represión mediante torturas.
En el libro también se da buena cuenta de la deudora formación de Orwell con Aldous Huxley. Al respecto, no son nada casuales las muchas líneas comunes que pueden enlazarse entre 1984 y Un mundo feliz. En sus respectivos estudios incluidos en este volumen, José María Redondo y Patrick Harrington tampoco se descuidan de apuntar no pocos calcos entre el citado título de Orwell y una novela de Yevgeni Zamyatin (Nosotros) casi desconocida por estos lares. No obstante, será de la mano de Huxley como será admitido el joven Orwell en la muy influyente Sociedad Fabiana, germen de lo que será el futuro partido laborista británico. Dicha entidad contó con otros personajes relevantes entre sus filas (Virginia Woolf, George Bernard Shaw, Bertrand Russell y un largo etcétera), pero también otros curiosos que ingresaban por el morbo de practicar rituales teosóficos como particular forma de conocimiento, según nos confiesa Eduardo Basurto en su Breve apunte biográfico (pp. 15-27).
Pero son sin duda los capítulos que ahondan en los traumas bélicos de Orwell durante la Guerra Civil española sumamente importantes para entender buena parte de su pensamiento literario. Tras casarse con una simpatizante socialista –por cierto, muy devota de Tolkien–, Orwell accede a trasladarse con ella hasta España para hacer un seguimiento de la contienda a través de sus crónicas periodísticas. Dos serán los acontecimientos que provocaron en Orwell un irremediable quiebre de valores: por un lado, la obsesiva persecución del POUM de la fue él mismo objeto en su periplo por estas tierras; por el otro, una bala perdida que le hirió gravemente en la garganta. Ambos hechos le harán cuestionarse muy en serio el peligro que corría toda vida humana a causa de cualquier fervor ideológico.
Escarmentado por su experiencia española, Orwell contribuyó al partido laborista con un largo listado de intelectuales sospechosos de abrazar el credo estalinista, principal razón por la que durante muchos años Orwell fuera proscrito de los libros de texto sobre literatura inglesa o infravalorado por ciertos académicos de la izquierda que le consideraban un traidor, mientras que para el sector cultural más conservador no era más que un exaltado más de la literatura panfletista.
Erik Norling, en el capítulo titulado Orwell y la Guerra Civil, subraya que durante el conflicto bélico, el autor comenzó a esbozar una teoría sobre la psicología del combatiente (p. 52), pero pronto iría decantando su atención hacia ciertos mecanismos de los que se servía la propaganda con fines de control social. Al respecto, una novela como 1984 puede leerse como una tesis cognitivo-conductual sobre los procesos de dominación mental de la población, inspirada en la psicología de masas o en técnicas de condicionamiento: mediante la creación y difusión de chivos expiatorios para que el pueblo descargue catárticamente sus tensiones negativas (como el personaje que ejemplifica el rebelde Goldstein) o de elementos que fomenten una “rumorología del terror” (la Habitación 101, que parece inspirar el disco homónimo de los Depeche Mode en su gira de 1988), así como el control de la densidad poblacional por medio de la castidad y el fomento de un mercado negro consentido y marginal de pornografía que apague el apetito sexual evitando así la proliferación de hijos e hijas que el Estado no pueda abastecer.
La labor editorial Manuel Quesada al frente de esta compilación nos invita a reorientar nuestra mirada sobre un Orwell en clave eminentemente psicológica, como sugiere al citar en el prólogo a Alphonse Bertillon entre los fundamentos básicos del pensamiento orwelliano. Cabe destacar la importancia que tuvieron las ideas de Bertillon en la metodología de reconocimiento policial de malhechores y sospechosos, inaugurando las técnicas de archivística de rasgos faciales, huellas digitales y fotos de frente y perfil para las fichas de antecedentes penales y ruedas de conocimiento.
Con ejemplos como el mencionado, el libro que tratamos resulta muy atractivo por remover las conciencias políticamente azuzadas por autores como Michel Foucault alrededor de la constitución de los valores morales (lo bueno vs. lo malo, lo sano vs. lo insano, lo normativo vs. lo contestatario, etc.) y los conceptos de ciudadanía, seguridad, salud pública y gubernamentalidad entendidos como categorías políticas para el ejercicio del biopoder. Muestra de ello es el análisis que propone Marina Abellán (pp. 107-122) sobre las diversas formas de dominación y reprogramación mental que esgrime en su obra tanto Orwell como también los mencionados Huxley y Zamyatin: el primero refiere en Un mundo feliz la aplicación de electroshocks en individuos catalogados como épsilon, cuando no se sirve de la hipnosis (la hipnopedia educativa) o los neurolépticos (las tabletas de soma) con afines objetivos; el segundo recurrirá más brutalmente a la lobotomía en su novela Nosotros.
Otros acercamientos orwellianos a los cuestionamientos críticos sobre el uso político de la psicología se circunscriben al paralelismo que establece entre lenguaje y pensamiento, por un lado, y la propia concepción fenomenológica de la realidad, por el otro. Sobre lo primero, Orwell denuncia en 1984 el empobrecimiento de las sensibilidades estéticas y de la lengua como una de las principales técnicas de dominio mental –remitiremos al invento del “versificador”, un sintetizador que programa automáticamente las músicas de cliché–. Sobre lo segundo, Orwell plantea en la misma obra la doctrina sistemática del IngSoc, según el cual no existe más realidad que dentro de la mente y, por tanto, todo puede ser manipulado a través de formas de dominio de la subjetividad colectiva.
Por consiguiente, términos como los de “doblepensamiento”, “paracrimen” y “crimental” –según las traducciones de Redondo (p. 84) y Harrington (p. 70)– serán cruciales para perfilar este modelo psicológico de represión mental que parece dibujar Orwell en su aclamada obra. Por “doblepensamiento” se entiende la incapacitación de los sujetos para detectar contradicciones en la información que se les expone, mientras que el “paracrimen” se refiere a un mecanismo autocensor frente a cualquier idea que atente contra el régimen político que ampara la sociedad. Por su parte, con la palabra “crimental” Orwell describe un tipo de pensamiento mórbido a erradicar porque puede romper el orden establecido por desviarse del curso hegemónico y homogéneo de pensamiento entre toda la población civil.
Más allá de inspirar discos conceptuales (Eurythmics, David Bowie, Yes, Depeche Mode) y haber dado nombre a muy discutidos programas de TV (Big Brother), Orwell debería ser reivindicado como un referente sobre todo por su marginal aportación al debate y a la reflexión crítica sobre la viabilidad de la psicología en el estudio de la conducta humana con objetivos meramente políticos. Muchos son los excesos que la historia más o menos reciente parecen haber sido dirigidos por el dictum del partido del Gran Hermano orwelliano. La quema de libros y las listas negras de obras prohibidas bajo el yugo nacionalsocialista, las purgas culturales durante la Revolución China, las constantes depuraciones políticas del gobierno soviético, la caza de brujas mccarthista, la destrucción del patrimonio artístico contrario al credo religioso talibán o los continuos “borrados selectivos” de la prensa diaria que tantas veces ha denunciado el fotógrafo Joan Fontcuberta son algunos de los cuantiosos ejemplos de lo que advierte el subtítulo de este compendio de textos: que, controlando el legado del pasado, se trastoca la percepción sobre la realidad presente y futura. 1984 ya pasó, pero aún es hoy. Y quizá también mañana. + Info| Relacionados | Iván Sánchez-Moreno