FESTIVAL MED 2022

FESTIVAL MED 2022

El Festival Med cumplía este 2022 su mayoría de edad, y lo hizo con un evento a la altura de una fecha tan señalada.

Dos acontecimientos significativos se han unido para marcar esta edición del festival louletano, proporcionándole un aura especial, casi mágico… o místico, si nos queremos poner trascendentales. Por un lado, la celebración de sus 18 años, y por otro, que volvía a vivirse con la “normalidad” que la Covid se llevó en las dos pasadas ediciones, la de 2020, cancelando el evento, y 2021, teniéndolo que adaptar en formato y fechas a la situación pandémica en la que estábamos inmersos.

Sin poder acudir a todos los conciertos (es imposible puesto que hay 4 escenarios principales, 12 en total, y las actuaciones se pisan unas a otras) os contamos nuestra maravillosa experiencia. El jueves recogemos las acreditaciones y calentamos motores. Una Sagres o una Super Bock bien fría ayudan en esos momentos en los que haces tu planning del día, señalando o descartando conciertos, en función de una ingente cantidad de variables, que a todas luces tiene sus fallos. Nunca estas previsiones salen a la primera, muchas veces patinas y otras directamente te las saltas. Y eso que las has hecho tú. La primera actuación que disfrutamos fue la de la formación Re:Imaginar Banda Monte Cara, un grupo caboverdiano que reinterpreta la historia de la música de este país que se tocaba en Lisboa allá por el último cuarto del siglo XX. Como ya sabemos, una parte de la música de Cabo Verde es muy alegre y en esta dirección fue el concierto, con el que el público se divirtió y que para nosotros fue una excelente bienvenida. Seguidamente nos fuimos a ver a la mauritana Noura Mint Seymali, con un soberbio directo que te lleva al trance y que nos puso a danzar. Era el principio de la noche y el público estaba muy receptivo, con las fuerzas a tope. Los siguientes fueron Gyedu-Blay & His Sekondi Band, una formación que vienen desde Ghana y que hacen afrobeat y simigwa, un poderoso estilo musical creado por su líder Gyedu-Blay y que es una mezcla de highlife con funk y jazz. Buenos bailes se vieron entre el público, que acogió este concierto con una pasión desmesurada. Poco después debería haber hecho su aparición la caboverdiana Nancy Vieira, pero por temas de Covid tuvo que suspender. La sustituyó el gran Rodrigo Leao, pero nosotros no llegamos a verlo, porque en principio el concierto de Nancy no estaba en nuestra agenda, y como no teníamos constancia de este cambio, no pudimos estar presentes en la actuación de Rodrigo, que, de haber sabido de su presencia, nos habríamos pasado a verlo, seguro. Pero estábamos en el concierto de nuestros vecinos Eskorzo. Es increíble como una banda a la que hemos visto muchas veces (por eso de la cercanía), y a la que seguramente podamos volver a ver con facilidad (por el mismo motivo, la cercanía), nos atrapó y no dejó que nos fuéramos a ver otros grupos que por ser de otras latitudes nos costará más volver a tener la oportunidad de verlos en directo (Jupiter & Okwess, sin ir más lejos). Pero esa fue la realidad. La fuerza de la banda granadina cuajó en un público entregado que no paraba de saltar en cada una de las canciones interpretadas por Tony y compañía. Está claro que vinieron a reventar el festival y a ser una de las bandas de esta edición, y por supuesto que lo consiguieron. Atrás dejaron esa revisión de su discografía en clave slow, adaptada a las restricciones impuestas por la pandemia para poder realizar conciertos en vivo, y han vuelto a esa energía que les caracteriza en sus actuaciones. Y eso fue lo que nos atrapó. Y eso fue lo que hizo perdernos a Jupiter & Okwess, que sí estaban agendados en nuestro programa del jueves. Tras el vendaval Eskorzo, le tocó el turno a los ucranianos Go_A, una banda que hacen música tradicional de su país mezclada con electrónica. Los cantos característicos de esta parte del mundo, junto con la voz de la cantante Kateryna Pavlenko, también reconocible de esos territorios, se fundían con los beats soltados por el dj, la guitarra de Ivan Hryhoriak y los autóctonos instrumentos de viento tocados por el multiinstrumentista Ihor Didenchuk. Esta actuación nos dejó sensaciones contrapuestas. La frialdad con la que el grupo (sobre todo la cantante) interpretaba los temas, bastante bailables, a unos les pareció que no iba acorde con el empuje de la música, mientras había quién pensaba que era una puesta en escena que pretendía precisamente eso, crear un contraste entre fuerza y contención, quizás por el trasfondo del mensaje y la firmeza de sus letras. Lo que sí puso a todo el mundo de acuerdo fue en disfrutar, pues el público estaba eufórico, ondeando banderas ucranianas y bailando sin parar. Y para finalizar el primer día, nueva cancelación. El grupo sirio-alemán Shkoon también fueron bajas por Covid, y fueron sustituidos por el live del productor y dj portugués Magupi, que nos gustó bastante con su mezcla de house tribal, recorriendo en su set distintas partes del mundo, pero teniendo muy presente a África. Al final, siempre África.

El viernes se presentaba muy movido, con conciertos bastante interesantes en los 4 escenarios principales. Bombino, Ghetto Kumbé, Electric Jalaba o N3rdistan estaban entre nuestras preferencias. Nuestra jornada comenzó con los marroquíes de Electric Jalaba, con el gran Simo Lagnawi a la cabeza. Maestro del sonido gnawa, un género musical de inspiración sufí subsahariana, Simo se hace acompañar de músicos británicos, lo que acerca esta música al oído del oyente occidental, puesto que ese trance gnawa se mezcla con otros ritmos que nos son más conocidos, más fáciles de escuchar y entender, como el funk, el jazz o la electrónica. Interesante propuesta para empezar, del que solo vimos la primera parte puesto que seguidamente hacían su aparición en otro escenario el cuarteto N3rdistan. Procedentes de Marruecos y Francia, esta formación nos sedujo nada más llegar puesto que estaban creando una atmósfera intimista y poderosa que nos recordó mucho al sonido trip hop de Portishead (de hecho, parte del público que estaba en primera fila permanecían sentados en el suelo). Pero nada más lejos de la realidad, puesto que enseguida encendieron a los espectadores con sus beats cercanos al electro oriental y rapeando versos de poetas árabes. La fuerza en escena de sus dos cantantes, que se movían con energía por el escenario, contagió al público y ya todos en pie no paraban de saltar, agitar las manos y disfrutar con su propuesta. Nos dejaron atónitos. Sin duda uno de los grandes descubrimientos de esta edición. Tras esta alegría musical nos fuimos a ver a Bombino, artista de Níger que repetía en el Med, y al que nosotros precisamente ya habíamos visto en este mismo festival. Y por supuesto no nos defraudó. Su música es pura dinamita, con esas guitarras del desierto que suenan ásperas y rotundas. No en vano, Bombino es conocido como el “Jimi Hendrix del desierto”. Su sonido tuareg arraigado en el blues y sus melodías bereber mezcladas con rock lo hacen inconfundible. Y una vez más nos llevó al huerto. No pudimos más que caer rendidos con las canciones de su último trabajo, Deran, que lo presentaba por fin en directo tras la pandemia. Y se le notaron las ganas. A él y a nosotros. La noche estaba llegando a su fin, pero antes de ver a los colombianos de Ghetto Kumbé, nos pasamos un rato a ver, nuevamente, el (inclasificable) proyecto de Pedro Coquenão llamado Batida apresenta Ikoqwe. Este dúo angoleño-portugués se define como “dos extraterrestres venidos de un tiempo y espacio lejanos que se enfrentan al mundo de hoy”. Y su música refleja esta definición. El conjunto se vuelve tan experimental como confuso, desconcertante por momentos. Con las caras totalmente tapadas con vendajes, escobillas de baño a modo de antenas y acompañados por un bailarín que refuerza el planteamiento musical con unas excéntricas danzas, esta idea musical es difícil de digerir. De hecho, pate del público fue abandonando paulatinamente el concierto a medida que este se iba desarrollando. Y llegada la hora, nosotros nos trasladamos al escenario principal, el Matriz, para despedir el día con los colombianos Ghetto Kumbé. La música de esta formación, basada en la percusión y mezclada con abrumadores beats, nos hizo bailar hasta la extenuación. Su puesta en escena es sencilla pero efectista. Mesa con programaciones por un lado, set de percusión por el otro, y trajes y pelucas/máscaras fluorescentes para “brillar” en el escenario. Su rumba digital fue un fabuloso broche de oro para la segunda velada del Festival Med.

Y la última noche llegaba muy pronto. Demasiado. El final no se hacía esperar y nosotros deseábamos seguir y seguir y seguir. Y por ello disfrutaríamos en consecuencia. Este día comenzaba con sustituciones y cambios de escenario, debido nuevamente a la Covid y por problemas de visado. Se caían de cartel dos platos fuertes de esta jornada y del festival. La nigeriano-alemana Ayo lo hacía al dar positivo en Covid, mientras que el cantante jamaicano de reggae Anthony B no acudía a la cita por problemas con su visado. Una auténtica pena porque eran dos de las propuestas de este sábado que queríamos disfrutar. Con lo cual el peso musical del día recaería en Chico Trujillo, quienes se quedaron con la responsabilidad de hacernos olvidar este contratiempo. Pero esto sería casi al final de la noche. Antes, nos pasamos por el escenario Cerca para ver a Maro, una cantante que ha participado en el Festival de Eurovisión y cuyo estilo quizás nos recuerde un poco al de nuestra Operación Triunfo, ya que su propuesta es casi pop melódico para un público juvenil. De hecho entre el público había incluso niños. El ambiente era familiar y la música muy tranquila. Poco tiempo estuvimos puesto que en el Palco Chafariz (ese acierto de escenario que lleva 2 ediciones, y que, con una grada natural amplia y con césped a los pies de la muralla, descongestiona un poco el interior del recinto del Castillo) hacía su presentación Rodrigo Cuevas, al que le teníamos unas ganas inmensas. En un par de ocasiones habíamos coincidido con él en algún festival, pero por diferentes motivos no habíamos podido verlo actuar todavía. Y por fin esta iba a ser la ocasión perfecta para ello. El concierto estuvo magnífico. Rodrigo interpreta a su manera copla tradicional española, a la que le añade tintes de pop y de electrónica. Él, tímido en las distancias cortas y fuera del escenario, cuando sale a escena se “transforma”, en todos los sentidos. Sale con un traje típico y unas madreñas, esos zapatos tradicionales asturianos fabricados en una sola pieza de madera y que servían para andar sin llenarse de barro. Y en esa transformación Cuevas se vuelve un agitador. Para ello interactuaba con el público, explicando sus canciones o simplemente contando anécdotas o chascarrillos, en un galego-portugués que hacía las delicias de los asistentes, que reían a carcajadas. Su show se convirtió en un alegato de formas, conceptos y vivencias que trascendieron lo musical. Un momento álgido fue cuando en mitad de una jocosa explicación de uno de los temas que iba a interpretar y que hablaba de sus bisabuelos, interactuó con un vecino que estaba en una azotea aledaña al escenario, para deleite de los presentes, haciendo un simulacro de teatrillo como si él fuera su bisabuela y el espectador de las alturas su bisabuelo. Impagable momento que nos dejó Cuevas. Y por supuesto defendió la orientación sexual de cada cual, incluso cantando una canción de un “maricón” que hace mucho tiempo vivió en Asturias (dónde él creía que no había maricones y que él era el primero), y que quemaron precisamente por esta orientación sexual. Conciencia y música, música y disfrute. Nos marchamos de allí encantados con el espectáculo que acabábamos de presenciar. Nos dejó muy buen sabor de boca. No nos equivocamos con las expectativas que teníamos depositadas en este artista ovetense. Y llegaba para nosotros el culmen del festival. Aunque ya lo habíamos visto antes en un par de ocasiones, volver a tener la oportunidad de disfrutar en directo de Chico Trujillo nos ponía los pelos de punta puesto que nos gusta muchísimo esta formación chilena. Y nuestra idea estaba clara. Entrar al foso de fotógrafos a hacer nuestro trabajo, y enseguida salir a bailar y disfrutar con el público, con nuestros amigos y con todo aquel que quisiera danzar al ritmo de los Macha y compañía. Y una vez más el directo de esta banda nos volvió a enloquecer, nos puso a cantar a voz en grito y a compartir bailes con todos los presentes. Aunque visiblemente cansados, el grupo lo dio todo para deleite de sus fans. Y no tuvieron mejor manera de empezar que con la grandísima Así es que vivo yo (sigue la fiesta), que, como era de esperar, encendió al público y lo dejó listo para disfrutar de una hora mágica. Una tras otra fueron cayendo clásicos de su repertorio como Gran pecador, La escoba, Conductor, Medallita, Pobre Caminante, La fiesta de San Benito, Pájaro Zinzontle, Tus besos son o esas dos maravillosas canciones que son Loca y el magistral cover que hacen de Ahora quien, esa desgarradora canción de amor que el compositor colombiano Julio Reyes Copello hizo para el puertoriqueño Marc Anthony. Éxtasis musical completo. Y para cerrar la noche y el festival, nos despedimos con el set de Sylva Drums, un productor franco-portugués que en clave house hace un recorrido sonoro por distintas partes del mundo, para que nos despidiéramos con la satisfacción en el rostro y con la sensación que este festival es eso… del mundo.

Hasta el año que viene Festival Med.

Texto y fotografías: Alejandro López García & Nereida Rubio Gómez | Alejandro López García – La Vuelta al Mundo en 80 Músicas & Fotografía Musical

Noura Mint Seymali (Mauritania)
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Geydu-Blay & His Sekondi Band (Ghana)
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Eskorzo (España)
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Go_A (Ucrania)
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Magupi (Portugal)
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Electric Jalaba (Marruecos/Reino Unido)
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N3rdistan (Marruecos/Francia)
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Batida Apresenta Ikoqwe (Portugal/Ang0la)
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Ghetto Kumbé (Colombia)
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Rodrigo Cuevas (España)
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Chico Trujillo (Chile)
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Sylva Drums (Portugal/Francia)
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