Fado Barcelona (Primera Parte)
Fado Barcelona 2019 (Primera parte)
Sala Barts, 5 de octubre de 2019
Volvía el festival Fado Barcelona a la ciudad, y lo hacía, además de con una exposición y una conferencia sobre El Fado y el Teatro, esta última a cargo de Ricardo Bóia, con dos conciertos que prometían, y que no defraudaron en absoluto.
El cartel, verdaderamente de lujo, estaba formado por Cristina Branco, en el primer concierto, siendo Antonio Zambujo, quien actuaba el día siguiente. Es curioso que en las entrevistas que hicimos a ambos antes de sus actuaciones, tanto una como otro, nos comentasen que ellos, realmente, no eran cantantes de fado. Que sí, que el fado tenía una importancia muy especial en sus músicas, pero que estrictamente, no eran fadistas. De todas formas, la apuesta del festival para acoger en Fado Barcelona a estos dos artistas, se nos antoja un verdadero acierto.
La primera noche fue la de Cristina Branco, que empezó su concierto con el escenario prácticamente a oscuras, con los músicos que la acompañaban percutiendo con los pies en una especie de danza ritual y ella, con su voz, interpretando Perto, un tema de Afonso Cabral, de su último disco, Branco. De hecho, el concierto se iba a desarrollar todo alrededor de ese disco, que es el segundo de una trilogía, nos explicaba ella, que comenzó con Menina y acabará con su nuevo trabajo que se ha de publicar en marzo, pero del que no nos quiso decir el título, que mantiene en secreto. Solo nos dijo que será como el 3.0 de esa trilogía a la que se refería.
Ya, desde ese primer tema, quien la conocía lo podía comprobar y quien no se podía hacer una idea de lo que significa Cristina Branco en el escenario: una presencia que, gracias a su voz y su manera de estar, de alguna manera hipnotiza y hace, al menos a nosotros nos pasó esto, que el concierto, que duró casi una hora y media, se nos hiciera muy corto.
Cristina Branco es una cantante que no ha engrosado las filas de las llamadas, por algunos, Hijas de Amália, a pesar de que fue la diva del fado la que de alguna forma hizo que ella se introdujera en la música, como nos explicó. Siempre ha tenido unas inquietudes que la han hecho circular por caminos cercanos al fado, con momentos casi coincidentes y otros más alejados, pero manteniendo constantemente esa referencia. Sus discos, tienen, cada uno de ellos, un sentido programático, con una temática concreta, que unido a su concepto de la música y la interpretación, los dota de una especial personalidad. Branco, que era, digamos, el protagonista de esta noche en la Sala Barts, está en esa línea que ella ha cogido de reclutar para sus grabaciones compositores jóvenes que sitúan, especialmente por las letras, sus temas en entornos actuales reconocibles. Porque, para ella, el peso del texto en las canciones es fundamental.
Seguía, tras Perto, una canción de su disco anterior, Menina, E Às Vezes Dou Por Mim, para luego volver a Branco con, Este Corpo, de Filipe Sambado; y nuevamente Menina, con Alvorada de Luís Severo.
Otro de los discos fundamentales de Cristina Branco, de hecho es el que, según ella misma nos dijo, hizo que, de alguna manera, cambiara su sonoridad, es Não há só Tangos em Paris, que en nuestro país se llamó Fado-Tango —maravillas de los que deciden cambios de títulos por su comercialidad; me recuerda a aquellas, tristemente, no tan lejanas épocas en que las películas extranjeras en el Estado Español, debían cambiar de nombre, y a veces muchas cosas más, logrando verdaderas obras de arte kirsch—. Não há só Tangos em Paris es, además del título del disco citado, la canción de Pedro da Silva Martins que le da nombre al mismo. Un tema donde se unen, como formando un solo estilo, el tango y el fado, con un resultado fantástico. Dijo Cristina Branco en el escenario, que ésta era una de las canciones determinantes en su vida.
Volvía a Menina, con Não Há Ponte Sem Nós; a Branco con Eu por Engomar; y llegaba la primera sorpresa. En una de esas maravillosas incursiones que Cristina Branco hace en músicos y autores que, en principio, no están dentro del estilo al que ella nos tiene acostumbrados, nos ofreció un versión de Tonada de la Luna Llena, del autor venezolano Simón Díaz, una tonada, un género de temas que cantaban los ordeñadores de vacas, que se estaba perdiendo en Venezuela, y que, creando canciones de ese estilo, retomó Simón Díaz. Habíamos oído muchas de sus versiones de otras canciones que, como ésta, se salen de los parámetros normales de lo ella canta, y nos ratificábamos en confirmar su valía como intérprete. Los músicos que la acompañaban, Bernardo Moreira al contrabajo, Luís Figueiredo al piano y Bernardo Couto a la guitarra portuguesa, iban percutiendo sobre sus instrumentos y ella, a capela, entonaba la canción con una voz potente, incisiva, si hacía falta, o llena de matices, incluso dulce, según lo requiriese la melodía, de una forma magistral, como lo demostró, al acabar, la acogida del público.
Era, Namora Comigo, de la compositora Beatriz Pessoa, el tema que, correspondiente a su disco Branco, interpretaba a continuación; y tras el relato de ese encuentro amoroso, seguía en ese mismo disco, pasando de amores a desengaños, cantando Eu, compuesta precisamente por su pianista Luis Figueiredo. Explicó, entonces, antes de cantar, Cansaço, un fado tango de Luís Macedo y Joaquim Campos, con una inspiradísima guitarra de Bernardo Couto acompañándola, que la música del fado siempre está con ella. Otro de los tema que provocó el entusiasmo de los asistentes, al finalizar.
Un fado clásico el que nos ofrecía después, Água e Mel, de Carlos Barbosa De Carvalho y Miguel Ramos, que cantara en su día Amália Rodrigues. Cristina Branco nos enseñaba como, manteniendo prácticamente todas las esencias clásicas, se puede actualizar una música con unas raíces tan profundas. Un paralelismo con lo que pasa con otros géneros, como el flamenco, sin ir más lejos. Son matices, pero matices que hacen que estas músicas lleguen más directamente al espectador, sin tener que imitar a los clásicos. La interpretación de la cantante y de los músicos, que le dieron un aire nuevo a la canción, unos músicos que volvían a demostrar su valía, se veía favorecida por la perfecta sonorización de todo el concierto, que yo querría destacar, de alguna forma.
La historia de los dos patitos que se enamoran, se besan por primera vez en la piscina local, tienen dos hijos que siempre están en la piscina, y que todos juntos iban de vacaciones al Algarve, se trunca, 15 años y un día después de la boda, cuando uno le dice a su pareja que está enamorado de otro patito, y ahí empieza otra historia… y el patito que se queda solo, mientras ve a sus hijos en la piscina municipal, recuerda su vida anterior. Todo esto explicaba Cristina Branco, con dos patitos de goma en las manos, para introducirnos Aula de Natação, uno de los temas más populares de su último trabajo, Branco.
Nuevamente nos explicaba Cristina Branco, que en esta segunda parte del concierto, estaba especialmente comunicativa, la temática de la canción que iba a interpretar a continuación. Haciendo un paralelismo con las mujeres de nuestro país, decía que las portuguesas son reacias al amor, pero los hombres son muy persistentes, y así logran sus propósitos, lo que se explica, de forma irónica, en su tema Bomba relogio, compuesta por Sérgio Godinho, que está en su álbum Kronos, que cantó a continuación.
Íbamos llegando al final del concierto, momento en que se despedía, oficialmente, con Saber Aquí Estar, del disco Menina, nuevamente con letra de Pedro Da Silva Martins y, esta vez, música de Luis Jose Martins. Y aprovechaba, haciendo un juego de palabras con el título de la canción, para agradecer la atención del público durante el concierto, afirmando a la vez su compromiso con el fado. Una interpretación en la que hizo intervenir a los espectadores con sus palmas —lo que anima el ambiente, pero impide la audición en condiciones—, mientras iba presentado a sus músicos.
Claro que todos sabíamos que la cosa no iba a quedar así, y volvía Cristina Branco a la escena con un fado. Algunos espectadores le habían reclamado un fado, con lo que demostraban que no habían entendido demasiado todo lo que explicaba la artista, pero ella, después de decir que la música portuguesa no solo es fado, condescendiente ofreció, Os teus olhos são dois círios, un fado menor que, ¿cómo no?, interpretara en su día, Amália Rodrigues. Aquí Cristina Branco, cantando el tema de una forma absolutamente ortodoxa, demostraba, sin que hiciera falta, que su música es como ella quiere que sea. Se despedía, ahora sí, con una preciosa versión del tema de José Luis Gordo, con música de Custódio Castelo, Sete Pedaços de Vento, de su trabajo, Ulises.
Fue un concierto que nos supo a poco. Un concierto donde Cristina Branco demostró su calidad interpretativa y su calidad artística. Rodeada por tres músicos, los citados Bernardo Moreira al contrabajo, Luís Figueiredo al piano, procedentes ambos del ámbito del jazz, y un Bernardo Couto del mundo del fado, a la guitarra portuguesa, logra un perfecto equilibrio en la base musical, una compenetración con los músicos, consiguiendo unos resultados, que no solo hacen patente su profesionalidad, sino que potencia la calidad de ella como cantante y subraya el acierto de su propuesta. Todo un lujo haber podido disfrutar de Cristina Branco en directo en Barcelona, en el marco del festival Fado 2019, una artista a la que seguimos y a la que seguiremos, si cabe, con mayor entusiasmo.
Antonio Zambujo era el protagonista de la segunda jornada del festival, como explicaremos en la próxima crónica. +Info| Relacionados | Programa de radio 1 | Programa de radio 2 | Texto y Fotos: Federico Francesch | DESAFINADO RADIO