El Niño de Elche
Festival Grec, 8 de julio de 2019
Paco Contreras Molina más conocido como El Niño de Elche se presentó en el Grec para enseñarnos el contenido de su nuevo disco Colombiana Sony Music, 2019. Si conocéis al músico ya sabéis que le gusta que sus conciertos sean espectáculos dónde todo está muy cuidado, aun que se pueda permitir improvisaciones, pero sabiendo muy bien dónde está y con qué público cuenta, de ahí que pueda actuar indistintamente en un festival de música electrónica (Sonar) en ambientes más cercanos al pop o al rock (con sus queridos Pony Bravo) o en un festival de flamenco. La puesta en escena era sencilla pero original. Sus acompañantes, Susana Hernández en los teclados y programaciones, Víctor Martínez batería y percusiones y el guitarrista (y otros efectos) Raúl Cantizano, en una tarima elevada con un panel frontal con los mismos dibujos que el traje de El Niño de Elche. Los altavoces en el medio con dos letras gigantes, E X y los laterales con el Nink de Elx y en el otro Colombiana. Todo entre glamuroso, psicodélico, y pastillero, como advirtiendo de que iría la noche. Empieza agradeciendo a un montón de gente, empezó muy discreto con promotores músicos y técnicos y acabó agradeciendo a restaurantes a los que pagaron, a los que entran gratis y a todos los camellos que hacen nuestra vida menos dolorosa, y arranca con los Tangos de la Ayahuasca, combinando tangos, cumbia y las letras de Antonio Escohotado ya nos había advertido que aunque la primera idea de Colombiana pudiera partir de los cantes de ida y vuelta, poco a poco se había quedado en viaje y de ahí su relación con algunas drogas. El sonido es limpio, El Niño de Elche trabaja lejos del micro (en algunos momentos se pierde entre los músicos) pero eso le permitirá sorprendernos cuando quiera con su chorro de voz. Suena flamenco y arriesgado, Cantizano sabe acompañar y tiene mucho espacio para hacerlo. Y siguen con El muermo (tema que abre el disco) las percusiones de Martínez envuelven el lamento del cantaor, que debajo de los músicos con todo un gran espacio para moverse, se siente cómodo desplazándose y retorciéndose según va declamando su cante. El público empieza a aplaudir contagiado por la repetición hipnótica del tema con esa mezcla tan curiosa de soleá al golpe y el bullerengue colombiano. Letra de David Castillo sobre el síndrome de abstinencia. Sigue con Oración militar. Esa “ida de olla” en que a través de una saeta nos acerca a Los Lanceros (obra de teatro de contenido religioso y militar) percusión machacona, frases religiosas mezcladas con ritmos hipnóticos. Cantizano convierte su guitarra en un instrumento que puede tocar con arco y conseguir enfatizar todavía más un sonido que te abduce. Uno ya tiene la sensación de que si no estuviésemos en el “serio” Grec algunos ya estarían en trance. Con una entrada de percusiones tremenda entramos en Colombiana vasca, según él, la popular de Pepe Marchena tiene más de música vasca y mejicana que no de Colombina. Por eso ese acercamiento a la percusión vasca. La voz se convierte en otro instrumento más y el juego de acercarse y alejarse del micro consigue los efectos deseados, estamos metidos ya todos en ritos iniciáticos sin posibilidad de escapar. Le pide un Mi a Cantizano y empalma con Quien tiro la bomba (Lola Flores) de su anterior disco Antología. Llevando la Rumba de La Faraona a escenarios más psicodélicos. Le sirve para volver a conectar musical y oralmente con el público que está más que conectado a estas alturas. Y sigue la noche con Flor canto, un tema difícil, monocorde, reivindicativo de los que te hacen decidir si lo odias o lo quieres, así es la música de El Niño de Elche no admite medias tintas. Después de tanta tensión se quiere acordar de Nicaragua y de su poeta Ernesto Cardenal con Los esclavos, (me recuerda a un juego de mi infancia en que cada número tenía su frase) Aprovecha para volver a dirigirse al público, ese público tan amable al que le gusta provocar desde su verborrea. Aprovecha para improvisar sobre una historia sobre una gitana del Raval que va diciendo por ahí que ha dormido con él, toda una historia como lo que harían los pregoneros gaditanos cuándo vendían sus productos. Ahora se mete con los músicos de jazz y sus solos y también con esa opinión de parte de la prensa que califica a los seguidores de El Niño de Elche como hípsters que no tiene ni zorra idea de flamenco ni de electrónica ni de nada. Un público que se gasta el dinero solo por hacerse un selfi con un tipo como él. O sea un público Ni chicha ni limoná, después de la “bulla” no le quedaba otra que endulzarnos con sus caramelos de Mentol y cocaína. Que repartió amablemente entre el público cantando El pregón de los caramelos. Otra vez mezclando los pregoneros andaluces con el Son montuno, ahora ya el público debería haberse puesto en pie y asaltar la pista. De hecho el juego de luces y el trabajo de los tres músicos (esplendidos) así lo aconsejaban, pero no lo consiguió. Para terminar fusionó las tradicionales Peteneras de Paterna de la Ribera con esa mujeres Peteneras mejicanas que tienen otro significado muy diferente. Un gran concierto de un gran músico (fuera etiquetas) + info | relacionados | Fotografías: Dani Vidal